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Last Assault

sábado, 24 de agosto de 2013

Cinderella [Escena censurada 5ª Parte]

When you think the night has seen your mind, that inside you’re twisted and unkind, let me stand to show that you are blind. Please put down your hands because I see you. I’ll be your mirror (Cuando pienses que la noche se ha instalado en tu mente, que en tu interior estás retorcido y angustiado, deja que te demuestre que estás ciego. Baja las manos porque puedo verte. Yo seré tu espejo).
-Lou Reed


-
¿Te estás divirtiendo?- me preguntó Nathaniel entrelazando sus brazos alrededor de mi cintura. A pesar del volumen de la música le entendí, así que me giré y le besé con avidez.

-
Muchísimo…- murmuré, abrazándole. Katherine se plantó a mi lado.

-
¡Max!- me abrazó y yo le devolví el abrazo riendo.

-
¿Qué ocurre?- pregunté, feliz. Desde hacía varios días me llevaba muy bien con mi hermanastra.

-
¡Lys! ¡Me pidió salir!- exclamó. La abracé con fuerza y giré con ella.

-
¿¿En serio?? ¡Me alegro muchísimo Kath!- dije. Ella me dedicó una sonrisa llena de ternura, y me abrazó con el mismo sentimiento.

-
Y todo gracias a ti…- murmuró. Yo le devolví el abrazo, y la mandé con el albino, diciendo que no le dejara solo mucho tiempo. Busqué entonces a mi rubio con la mirada, pero parecía que Amber se lo había llevado a un lado para hablar, así que me dediqué a pasear por el lugar…

-
Quiero hablar contigo- me giré hacia Castiel, que me miraba con seriedad. Tragué saliva, pero asentí.

-
¿Qué quieres?- pregunté. Él negó con la cabeza.

-
En privado, hay mucho ruido- dijo, tirando de mi hacia el otro lado de la sala. Pasamos junto a muchas caras desconocidas, y llegamos a un pasillo desierto. Castiel abrió una puerta y entramos en una pequeña habitación con un sofá. Me senté en él, alisando mi vestido, y miré al chico, que cerró la puerta a su espalda.

-
¿Qué ocurre Cast…?- me interrumpió con un beso. Abrí los ojos sorprendida y le observé confusa- ¿¡Qué demonios…!?- volvió a besarme, con más deseo que antes.

-
Ya estoy harto, no puedo soportarlo más- me besó el cuello, sujetándome las muñecas- Quiero tenerte…quiero tenerte…y si para conseguirlo debo hacer esto lo haré Max- me bajó la cremallera del vestido, pero me conseguí soltar y pegué contra la pared en la que se encontraba la puerta.

-
Castiel por favor, piensa- murmuré- Razona, esto no puede ser. Yo estoy con Nathaniel, y no puedo hacer nada contigo- pero nada parecía importarle. Me volvió a agarrar por las muñecas y me besó ávidamente…Hasta que la puerta se abrió y el rostro de Nathaniel apareció ante nosotros. Me deshice del agarre de Castiel y lo empujé lejos de mí- Te lo estaba diciendo maldita sea- me giré hacia el rubio- ¡No es lo que parece Nath, en serio…!- me acalló con un beso. Cuando se separó cerró la puerta y le echó el cerrojo.

-
No quiero que nadie moleste…- murmuró- Y quiero dejarle claro a este tío que solo eres mía…- dijo, lamiendo mi mejilla. Me estremecí y me agarré a la perchera de su chaqueta. Castiel, que había acabado sentado en el sofá, se levantó y me rodeó la cintura con los brazos. Me separó ligeramente de Nathaniel y recorrió mi cuerpo con las manos.

-
¿Tuya? No me hagas reír- murmuró, lamiendo mi oreja. Mi cabeza daba vueltas, y no sé si era por los chupitos de tequila que había tomado hacia un rato o porque me estaba mareando. Me zafé del abrazo de Castiel y me acerqué a Nathaniel, a quién besé ávidamente. Y mientras hacía eso, sentí como Castiel me besaba suavemente la nuca.

-Castiel…- murmuré, reprimiendo mis instintos. Vi como Nathaniel fruncía el ceño.

-¿Qué pretendes?­-preguntó el rubio. Castiel tiró del vestido hacia abajo dejándome en ropa interior.

-Bueno…- cogió mis pechos y me lamió el cuello­- Podemos hacer un trío…así no tendrás queja- murmuró. Nathaniel le miró como si fuese idiota, pero entonces desvió su mirada a mis pechos y suspiró, mordiéndose el labio.

-Nath…- supliqué, intentando deshacerme del agarre de Castiel. Pero el chico no cejó en su empeño. Y el rubio solo tenía ojos para mi cuerpo. El pelirrojo movía las manos en círculos y me arrancó un gemido. Nath reaccionó, pero en vez de separarme del pelirrojo, rodeó mi cintura y me besó. Sentí como Castiel apartaba las manos de los pechos y las deslizó por mi silueta hasta que llegó a mi tanga.
                                                  
-¿Qué hago? ¿Lo quito?- susurró a mi oído, haciendo que me estremeciera. Abrí la boca para hablar, pero Nathaniel me cortó agarrando mis pezones.

-Hazlo de una vez idiota- le ordenó. Sentí la sonrisa de suficiencia del pelirrojo.

-Ahora te crees experto ¿no Nath? ¿Cuántas veces lo habéis hecho? ¿Dos, tres?- preguntó.

-Cinco- declaró. Quise darle un golpe por decirlo pero Castiel me arrancó la prenda interior de golpe, y me desabrochó el sujetador.

-Novato- se burló él, deslizando la mano hacia mis labios inferiores. Mi espalda se arqueó con el contacto del pelirrojo…hacía tanto que no le sentía conmigo que el gemido fue instantáneo.

-Por favor…- murmuré, colocando mis manos sobre las de Nath, que las quitó de donde estaban y me besó. Los sentía a ambos. Le quité a Nath la chaqueta y la camisa, y me di la vuelta para hacer con Castiel lo mismo. Entonces Nathaniel me apretó contra él y el pelirrojo aprovechó para besarme. Nuestras lenguas se encontraron y enredé mis manos entre sus mechones pelirrojos…y entonces sentí a Nathaniel. Me separé de Castiel, y hubiese caído de no ser porque el pelirrojo me agarró. Miró con fingido reproche al rubio.

-No es justo, lo has hecho a traición- espetó, divertido. Nath le fulminó con la mirada.

-Es mi novia-

-Y estamos haciendo un trío ¿me equivoco o no?- mientras hablaba me abracé a Castiel.

-Sigue…- mi voz sonó rasposa. La cabeza me daba vueltas- Hazlo otra vez….vuelve a hacerlo- le insté, arañando el pecho desnudo del pelirrojo- Y tú, quítate los pantalones. Ya- espeté. Él rio divertido, pero me obedeció y me incliné hacia él. Coloqué un mechó de pelo tras mi oreja. Sentía a Nathaniel, y cada vez la temperatura de mi cuerpo aumentaba más y más. Jugueteé con el miembro del pelirrojo, que empezó a respirar de manera pesada. Lamí con cuidado y el chico ahogó un gemido. Reconocí el sabor salado que lo caracterizaba y sonreí, mientras lo acariciaba- Estás muy tenso Castiel…. ¿no has hecho nada desde la última vez?- el chico negó con la cabeza, mientras me levantaba y besaba con ansiedad. Entonces retorció mis pezones y agarró uno entre sus dientes. Chupó lentamente y entonces me separó bruscamente de Nathaniel.

-Es mi turno principito- aclaró, mientras me penetraba. Gemí con fuerza y me agarré a Nathaniel. Le miré a los ojos. Se veían nublados, como aquella vez que lo hicimos en la sala de delegados. Hice lo mismo que con Castiel, solo que esta vez el sabor fue diferente. Más suave, y no tan áspero como la del pelirrojo. Me separé bruscamente con una de las embestidas del chico, y me abracé con fuerza al delegado. Le besé, y un gemido por parte del pelirrojo me indicó que había acabado. Pero Nath no. Él me separó de Castiel y me llevó hasta el sofá, donde se sentó, y a mí encima de él. Castiel me agarró los pechos y besó mi nuca mientras Nathaniel me penetraba con dulzura. Cuando todo terminó, me derrumbé sobre Nathaniel, me separé de él y me senté a su lado. Castiel se colocó a mi derecha y sacó de su chaqueta su típico paquete de tabaco. Sacó dos cigarrillos, uno de los cuales me ofreció a mí. Me lo encendió, y yo, tras aspirar la nicotina, expulsé el humo. Miré a Nath.

-¿Quieres?- pregunté. Él me miró fijamente unos segundos y aceptó el cigarro. Me levanté, me puse la ropa interior y me volví a sentar- Dame otro Cast- pedí. El chico sacó otro cilindro y cuando le prendió fuego sacié mi mono de tabaco. Y nos quedamos así, semi desnudos, esperando a que la fiesta terminase para marcharnos…

Cinderella [4ª Parte]

Jamás quieras declarar tu amor, amor que jamás declarado ha de ser; pues el viento suave sopla silencioso, invisible.
-William Blake


Me incorporé velozmente tapándome con la chaqueta del rubio. Me paralicé al ver la cabellera roja de Castiel y sus ojos plomizos. Nos miró a Nathaniel y a mí alternativamente, y pude ver algo que se me antojó odio con el rubio, pero dolor hacia mí. A mi lado el delegado se levantó haciéndose con su ropa y se vistió lo más rápido que pudo, pero Castiel solo tenía ojos para mí:

-Veo que estás ocupada…así que no valía la pena venirte a buscar…- murmuró. Sentí esas palabras como una puñalada, y me eché a temblar. La sala se había enfriado de repente, y Nathaniel se colocó delante de mí, con los pantalones puestos, pero el torso desnudo.

-Déjala en paz- espetó, con la voz llena de rabia. Me incorporé como pude y me coloqué la chaqueta de Nathaniel por encima para no mostrar mi cuerpo.

-¿Ahora que ha estado con ella pretendes ordenarme cosas?- dijo el pelirrojo alzando una ceja, divertido- Vaya, que machito eres- ironizó. Vi volar el puño de Nathaniel hacia el rostro del pelirrojo, que se impulsó hacia atrás del golpe. Miró al chico con ira y le devolvió el golpe. Entonces yo reaccioné, poniéndome entre ellos.

-¡¡Basta ya!!- exclamé, frunciendo el ceño. Castiel soltó una carcajada.

-¿¡Por qué le defiendes?- exclamó.

-¿¡Y por qué no!?- rebatí. Me miró con una mezcla de asco y dolor, que me hizo trizas el alma.

-¿Ahora estás de su lado?- preguntó. Yo me mordí el labio.

-Esa no es la cuestión Cast- murmuré. El frunció el ceño y me agarró del brazo, haciendo que soltase las solapas de la chaqueta, lo que provocó que se abriese. Él contempló mi cuerpo y tragó saliva, sonrojado. Me soltó de golpe y yo pude resguardarme de nuevo.

-¿No te bastaba conmigo no?- inquirió dolido. Me encogí sobre mi misma- También tienes que acaparar al delegado…quién sabe cuando irás a por Lys…- le di una bofetada, lo más fuerte que pude, dolida por la pulla. Era la primera vez que algo así me afectaba. Normalmente Savannah solía hacer esa broma, y la ignoraba…pero Castiel…él era diferente. Sentí los brazos de Nathaniel rodeándome.

-Retira eso- escupió, lleno de rabia. Me abrazó más fuerte al sentir que empezaba a temblar.

-¿Por qué debo hacerlo?- preguntó. Me deshice del abrazo del rubio y me encaré a mi amigo. Sentía las lágrimas cálidas deslizarse por mis mejillas.

-Porque lo que hemos tenido tú y yo durante todo este tiempo ha sido una amistad con derecho a roce. Y lo que he empezado con Nathaniel es una relación propiamente dicha, así que ya te puedes olvidar de que hubo un “nosotros” en el pasado de cualquier manera. Ahora, lárgate, no quiero verte ni un minuto más ¿te ha quedado claro?- espeté, temblando. El pelirrojo me miró largo y tendido, de manera pausada, asintió y se dio la vuelta.

-Entendido- y tras eso se marchó. Yo me quedé ahí, de pie, junto a Nathaniel, con un nudo en la garganta y sintiendo un vacío en algún lugar de mi corazón…


-¿Cómo es que vienes conmigo?- pregunté a Katherine, alzando una ceja. La chic ni me miró.

-Ayer debieron cenar algo malo, porque todas mis amigas se quedan en casa malas del estómago- explicó, frunciendo el ceño. Yo asentí lentamente y continué escuchando música, pero a los cinco minutos sentí un tirón en la manga de mi camiseta. Me giré a Katherine.

-¿Si?- pregunte con un tono algo brusco. Pero al ver sus ojos anegados en lágrimas rectifique- Eh ¿estás bien?- pregunté. Ella negó con la cabeza.

-E-es por Savannah…- murmuró. Pensé que estaría preocupada por su hermana, pero las palabras que dijo a continuación me hicieron recapacitar- E-Ella me ha d-dicho q-que me olvide d-de Lysandre, p-porque va a s-ser suyo- sollozó. Sentí como la rabia crecía en mi interior… ¿cómo se atrevía a decirle eso a su hermana pequeña? Tenía entendido que Lys era el primer amor de Katherine. Titubeando, la rodee los hombros con mi brazo y la abracé con delicadeza.

-Tú no te preocupes…a Lys no le van las tías como Savannah…él es más de gustos sinceros e inocentes- expliqué, mirándola a los ojos. Ella parpadeó un par de veces.

-¿A qué te refieres?- preguntó.

-Que tú tienes muchísimas más posibilidades de conquistar a Lys que tu hermana- aclaré, ganándome una mirada ilusionada.


Castiel ni se dignó a mirarme en cuanto me senté a la mesa junto a él y Lysandre, que por su lado me saludo con su habitual cortesía. Su mirada se desplazó a Katherine:

-¿Podría saber por qué cuanto con tan inocente y dulce presencia?- murmuró el albino, ganándose un rubor por parte de Katherine.

-Savannah y el resto de la pandilla están malas, así que me toca cuidar de Katherine- aclaré. En ese momento llegó Nathaniel, que saludo a mi hermanastra y a Lysandre, dirigió una mirada de odio a Castiel, y se agachó para besarme con suavidad. Escuché como Katherine ahogaba un gemido, y vi a Lysandre alzar una ceja, pero no hizo ninguna pregunta al respecto. Comimos los cinco juntos en silencio, un silencio tan patente que se podía cortar con un cuchillo. Aún con los intentos de Lys para relajar la situación, no se pudo hacer nada.

Tras la comida, Katherine se vino conmigo y con Nathaniel y Lys y Castiel fueron por su lado. Fue un día como otro cualquiera, salvo porque ahora quién me acompañaba era Nathaniel (que se había convertido en mi novio), Castiel y yo nos odiábamos, y mi hermanastra iba conmigo todo el rato. Sí, un día como otro cualquiera…


-¿Una charla?- pregunté a Nathaniel, guardando los libros de primera hora en la taquilla. El rubio asintió y entrelazó sus dedos con los míos. Ya había pasado un mes desde que comenzamos a salir, y todo el mundo, incluidas Amber y sus amigas, que me miraban con odio cada vez que me veían. Lo único positivo era que la convivencia en casa se había relajado. Al empezar mi relación con Nathaniel, Savannah me había dejado en paz por el tema de Castiel y Lysandre, y Katherine hablaba conmigo más a menudo para conocer mejor al albino.

-Va a asistir toda la escuela- explicó. Yo asentí para dejarle claro que comprendía la situación. Apreté su mano con más fuerza y suspiré- ¿Ocurre algo?- preguntó. Negué débilmente con la cabeza.

-No, nada. Solo que anoche me acosté algo tarde porque estuve estudiando, nada más…- volví a suspirar, y él coloco una mano sobre mi frente. La apartó enseguida.

-¡¡Estás ardiendo!!- quise decirle que no era nada, pero antes de poder abrir la boca vi como el suelo avanzaba hacia mí, y luego, oscuridad…


Abrí los ojos y los cerré instintivamente ante la luz fluorescente de la enfermería. Me incorporé con cuidado y me encontré con la mirada de la enfermera.

-Te quedarás aquí hasta que acabe la charla. Después te daré unos antibióticos y te irás a casa- declaró. Quise decirle que no, que yo quería ir a la charla y sentarme con Nathaniel, pero no tuve fuerzas más que para toser y caer rendida sobre la cama. Me puso un paño de agua fría sobre la frente, y se marchó, dejándome sola….aunque a los diez minutos se abrió de nuevo la puerta.

-¿S-se le ha olvidado algo?- pregunté, incorporándome con dificultad. Me quedé callada, sin saber si era por la fiebre o real el chico que estaba allí.

-¿Te encuentras mejor?- preguntó Castiel, sentándose a mi lado. Le miré consternada, y alcé una mano hacia su rostro, que acaricié sin dificultad. Di un gritito- ¡Eh! ¿Qué ocurre?- preguntó, con una sonrisa.

-Eres de verdad…- murmuré. El se rió divertido por la situación.

-Pues claro que soy de verdad pazguata- se burló con una sonrisa. Yo fruncí el ceño.

-¿Qué haces aquí? ¿No se supone qué debes estar en la charla?- pregunté.

-Como si me importase- murmuró, alzando su mano hacia mi pelo y acariciando un mechón. Me estremecí, sin saber si era por la fiebre o por su contacto…lo había añorado tanto.

-¿Qué haces aquí?- repetí. Él me dedicó entonces una mirada indescriptible. Con cuidado, me cogió en volandas y me llevó a la mesa de la enfermera, donde me sentó.

-He venido a verte…- murmuró, besando mi mejilla – He venido a estar contigo…- a continuación fue por el cuello.

-Cast…detente- supliqué, con voz débil. Pero él no me hacía caso. Sus manos, que habían reposado a lado de las mías, se ciñeron a mi cintura y me pegó con brusquedad contra la pared.

-No…he esperado mucho tiempo, demasiado…Quiero tenerte Max, y quiero tenerte ahora- yo me debatí sin éxito, mis fuerzas estaban al cero. Me besó con avidez, buscando mi lengua con la suya. Me apretó más contra la pared.

-Castiel por favor…yo e-estoy c-con Nathaniel- murmuré. El hizo caso omiso a mis palabras. Me volvió a besar, con más avidez, con más ansias, así que cerré los ojos…


-Lo siento…- murmuró de pronto. Dejó mis muñecas libres de todo agarre, y me llevó en volandas a la cama, donde me arropó. Le miré. Estaba sonrojado, más que su pelo, y evitaba mirarme a los ojos- Lo siento de verdad…- murmuró de nuevo, antes de darse la vuelta. Instintivamente, le agarré de la manga de la chaqueta.

-¿Por qué?- fue lo único que pregunté. Si giró, y no vi más que tristeza en su mirada gris plomo.

-Porque me he dado cuenta demasiado tarde de que te he perdido para siempre Max…- susurró. Se dio media vuelta y se quedó parado en la puerta- Te quiero…- fue lo último que dijo antes de desaparecer…

Cinderella [3ª Parte]

No digas poco en muchas palabras, sino mucho en unas pocas
-Pitágoras


Observé desganada el libro de matemáticas. Ya habían pasado dos semanas desde la fiesta de Nathaniel. Llegué a casa con el tiempo justo de cambiarme y guardar el vestido, pero maldije en voz alta cuando me di cuenta de que un zapato se me había caído en la carrera. Yo tenía claro que esto no sería como “Cenicienta”, ya que miles de chicas tenía mi misma talla de pie.

Ya le había devuelto a Agatha el vestido, y me había disculpado infinidad de veces por lo del zapato, cosa a la que resto importancia, diciendo que me los regalaba. Últimamente la visitaba a menudo. Era una mujer estrafalaria, y muy, muy divertida. La verdad es que me sentía mucho más a gusto con ella que en mi casa.

La clase había terminado, así que recogí mis cosas y esperé a Castiel en la entrada. La directora le había llamado por una pequeña disputa con Nathaniel. Llevaba esperando veinte minutos cuando Savannah y sus amigas salieron del edificio:

-Aún estás investigando sobre la identidad de la chica misteriosa?- preguntó Katherine a Amber. Esta asintió y se sacudió la melena.

-Tenía invitación, pero no sé de dónde demonios la sacó. No le perdonaré que se haya colado en mi fiesta- explicó. Yo quise morderme la lengua, pero como siempre, no podía quedarme callada cuando se trataba de la rubia.

-¿ fiesta? Vaya, y yo que creía que Nath cumplía años el mismo día que tú- comenté, poniendo los ojos en blanco. Amber me miró con odio, y mis hermanastras con desagrado.

-¿Quién te crees para meterte en la conversación niñata?- espetó. Una sonrisa burlona se dibujo en mi rostro.

La tía que te tomo el pelo colándose en tu fiesta y besó a tu hermano” pero me contuve esas palabras.

-Una chica cuya personalidad es tan original como todas las vuestras juntas- solté la pulla sin dificultad. Estaba acostumbrada a decir ese tipo de cosas.

-Entonces no me extraña que no consigas ligar, con lo marimacho que eres- soltó Katherine. Amber comenzó a reír, y el resto de arpías la siguieron. Quise contener lo que dije a continuación, pero como siempre, mi lengua fue más rápida que mi racionalidad.

-Claro, y al ser tan marimacho como tú dices soy quién pasa más tiempo con Lysandre y Castiel, por no hablar de derecho a roce con el pelirrojo ¿no?- sabía lo que Amber y mis hermanas sentían por mis amigos, y verlas enrojecer de rabia me llenó de satisfacción.

-¿Q-qué demonios estás diciendo?- farfulló la rubia, tan roja como el pelo de Castiel.

-Bueno, poder ir a la casa de Castiel y beber con él tiene sus finales ¿acaso tu mente está tan atrasada que no pillas que me acuesto con él?- comenté, con una voz tan falsa como las suyas. Vi la mano de la rubia avanzar contra mi rostro a toda velocidad, así que cerré los ojos. Era la segunda bofetada que me daban este mes. La miré indiferente, cosa que la desconcertó- ¿Y ya está? Bueno, si me disculpas, debo buscar a mi amigo- dije, dándome la vuelta para entrar en el edificio, mientras las dejaba estupefactas…


-¡Max! ¿Qué te ha pasado?- exclamó Nathaniel en cuanto me vio al salir de la sala de delegados, que estaba al lado del despacho de la directora. Me llevé la mano a los arañazos instintivamente.

-¿Esto? Tu adorable hermana, que es adicta a acariciarme con las uñas- ironicé. El chico suspiró.

-Nunca cambiara…- murmuró- Lo siento mucho de verdad- añadió, acariciándome el brazo con delicadeza. Sentí un escalofrío cuando su mano rozó la piel desnuda de mi brazo. Nos separamos algo turbados y desviamos las miradas a la vez- B-bueno… ¿t-tú tienes algo q-qué hacer después de clase?- preguntó, rascándose la nuca. Yo me mordí el labio inferior.

-B-bueno…se supone que Cast y yo íbamos a ir a pasear a Demonio…pero eso solemos hacerlo a menudo así que puedo aplazarlo…- expliqué, mirando mis botas.

-¡No, si no hace falta en serio! Lo decía por si te apetecía ir conmigo a dar de comer a los gatos- murmuró, sonriendo. Yo me sonrojé.

-¿Una cita?- pregunté. Ningún chico me había pedido jamás una cita…al menos hablando en serio. Ya iban un par de veces que amigos de mis hermanas me pedían salir para burlarse. Vi como sus mejillas se sonrojaban más de lo habitual.

-B-bueno s-se podría d-decir que sí…- murmuró, desviando la mirada hacia sus zapatos.

-¿Vas en serio principito?- preguntó una voz a mis espaldas. Sentí como unos brazos fuertes me rodeaban por la cintura y el cálido aliento del pelirrojo en mi nuca. Me estremecí y miré a Nathaniel, cuya mirada se había tornado dura y fría.

-Ya, pero me ha dicho que tiene planes, así que la oferta ha sido retirada- murmuró con apatía, antes de marcharse. Yo me revolví en los brazos de Castiel y le fulminé con la mirada.

-¿Qué problema tienes Castiel? ¿No puedo hablar con un amigo?- espeté.

-¿Amigo? ¿Él?- yo asentí enfadada y él se rió- Vale, vale, lo que tú quieras. Si mañana te lo vuelve a pedir, acepta…pero hoy eres solo mía- murmuró, antes de besarme con avidez. Me separé de él jadeante.

-¿Tienes ganas aún sin estar borracho?- pregunté, enmarcando una ceja.

-Verte con el rubio me ha hecho pensar en él contigo en esa situación, y no veas lo rabioso que me he sentido…tú eres solo mía Max- susurró a mi oído, mientras me cogía por las caderas y me apretaba a su cuerpo. Sonreí y tomé la iniciativa al besarle.

-Pues vamos entonces…- murmuré, separándome de él y arrastrándolo fuera del edificio…

[Escena sin censura]

Llegamos a su casa demasiado rápido. La temperatura de nuestros cuerpos aumentaba por momentos y lo primero que hice fue arrastrarle hacia el sofá, pero él me pegó contra la pared:

-No puedo esperar más…- murmuró, despojándome de mi ropa interior.

-¿Lo vamos a hacer contra una pared? Que original Cast- ironicé, atrayendo sus labios a los míos. El no respondió. Sacó de su bolsillo un pequeño paquete, que rasgo para ponerse el preservativo. Besó mi cuello lentamente, y sin previo aviso embistió. Ahogué un gemido y reí imperceptiblemente.

-¿Te hace gracia esto?- murmuró, debatiéndose entre volverlo a hacer o juguetear un poco más.

-Me ha gracia la ganas que muestras…- murmuré, deshaciéndome de su camiseta. Torso esculpido, piel pálida como el marfil…aquél cuerpo me llamaba, y aunque el alcohol no gobernase nuestras mentes, la pasión era quién nos manipulaba ahora.

Me calló con un beso y volvió a embestirme, cada vez más fuerte, cada vez más profundo…un gemido me indica que todo ha terminado, así que me separo del pelirrojo y mis pies al fin tocan el suelo. Pero el chico me agarra de las muñecas:

-Aún no hemos acabado…- murmuró, quitándome la camiseta. Acarició mis pechos con avidez, y me tumbó sobre la mesa- Tenía muchas ganas de hacer esto…- comentó, colocando mis piernas sobre sus hombros. Tragué saliva y gemí cuando me penetró. Debido a la postura que habíamos adoptado, no podíamos besarnos, pero sentirle en mí era suficiente. Me cogió por la cintura y me elevó sin problemas para sentarse en el sofá y sentarme encima suya- Muévete…- susurró en mi oído…y así lo hice. Mientras le besaba me moví. Pudimos estar así un tiempo, no lo controlé, pero en cuanto el momento llegó me derrumbé sobre él, recuperando el ritmo normal de respiración.

-La próxima vez avísame con tiempo, así me pondré ropa interior más bonita- bromeé, separándome de él. Me acerqué a mi bolso, saqué un paquete de tabaco y cogí la camiseta de pelirrojo, que me puse. Me senté a su lado y encendí un cilindro…

[Fin de la parte sin censura]


Toqué un par de acordes de la guitarra de Castiel. Me observaba con ojos hambrientos, con el torso desnudo y un cigarrillo entre los dedos corazón e índice. Le miré con una sonrisa:

-¿Qué pasa?- pregunté, alzando una ceja. Me había dado cuenta de que era un gesto demasiado habitual en mi.

-Nada…solo que estas irremediablemente sexy con mi camiseta- murmuró, aspirando un poco de tabaco. Expiró el humo y se lamió los labios- ¿No puedo mirarte si me pareces sexy?- me sentí sonrojar, y desvié la mirada para tocar otro par de acordes.

-Anda cállate…- espeté…


-Nath… ¿sigue en pie lo de ir a dar de comer a los gatos?- murmuré al delegado. Me miró sorprendido, pero asintió con una sonrisa.

-Por supuesto, ¿me esperas al salir de clase en la entrada?- me pidió. Yo asentí débilmente y me dirigí a mi clase, donde me esperaba el corrito de arpías. Pasé a su lado sin prestarles la más mínima atención.

-¿Dónde te metiste ayer por la tarde Max?- preguntó Savannah. Yo me detuve y la mire por encima del hombro.

-Estuve con Castiel en su casa ¿algún problema?- dije con una mueca. Vi como se ponía roja de furia y pude seguir avanzando sin problemas hasta mi sitio…


Me apoyé en la pared mientras esperaba a que Nathaniel terminase su trabajo. Savannah y sus amigas hicieron un par de burlas, pero las ignoré por completo, mientras escuchaba el grupo “Paramore” . Castiel y Lysandre se despidieron de mí, y se fueron a casa del albino. Tras una media hora escuchando música, sentí como una mano tocaba mi hombro. Me quité uno de los cascos y me giré hacia el rubio:

-¿Vamos?- me preguntó, con una sonrisa.

Yo asentí y le seguí por las calles del barrio hasta un pequeño callejón. Me señaló una serie de cartones superpuestos entre sí:

-Ahí es donde están los gatos- comentó, echando mano a su bolsa. Sacó un pequeño tupper con comida para gatos, unas pequeñas galletitas- Psss…- murmuró, agachándose. Esperé un par de segundos antes de ver aparecer la primera cabecita multicolor, seguida por una blanca, una anaranjada, una de pelaje casi dorado y una negra. Observé los gatos fascinada- Esta es “Nymeria- dijo, señalando a la multicolor- El blanco se llama “Summer”, el negro “Crow”, el de pelaje casi dorado lo llamé “Casterly”, y la anaranjada es “Rose- presentó con cariño. Yo cogí a “Nymeria” que me arañó con sus patitas, y me eché a reír.

-Son monísimos… ¿les has llamado así en honor a “Juego de Tronos”?- pregunté, alzando una ceja. Él se sonrojó per asintió.

- Veo que te diste cuenta- comentó, mientras daba una galletita a “Casterly” y otra a “Crow”. “Summer” se había subido a mi regazo y ronroneaba con la panza hacia arriba, por lo que le empecé a rascar-¿Te gustan los gatos?- preguntó.

-Gatos, perros…la verdad es que adoro a los animales, sea cual sea- contesté, besando el hociquito de “Nymeria”, que me seguía arañando la mano. Nathaniel cogió a “Rose” e hizo lo mismo.

-Mi hermana es alérgica a los gatos, así que no puedo tener ningún animal- explicó. Quise decirle que adoptase un perro, pero viendo como adoraba a los gatos dudé de que le gustaran. Pasamos ahí un par de horas más, dando de comer a los gatos y hablando de “Juego de Tronos”…


-Creo que va a llover…- murmuró Nathaniel observando el cielo. Habíamos dejado a los pequeños gatos escondidos bajo láminas de madera, para evitar cosas como esa. Imité a Nathaniel y fruncí el ceño ante las nubes.

-¿No podemos resguardarnos en algún sitio?- pregunté. El se revolvió incómodo.

-Podríamos ir a la universidad…esperaremos allí hasta que escampe- contestó, mientras una fina lluvia comenzaba a caer. Ambos nos cogimos de la mano y echamos a correr en dirección al edificio…


-¿Quieres un café?- preguntó, tendiéndome una toalla que había cogido del gimnasio. La acepté agradecida y me froté el pelo mojado.

-Por favor- comenté, sonriendo. Me había sentado en una de las sillas de la sala de delegados. La lluvia había tornado fuerza en cuanto entramos en los jardines, por lo que habíamos acabado empapados. El chico se afanó a preparar la bebida, y yo no hacía nada más que observarle. Había sido tan amable conmigo…suspiré, y él se giró hacia mí con dos tazas humeantes. Al sentarse y ofrecerme el café se quedó paralizado.

-Emm…Max…t-tú camiseta…- murmuró él. Bajé la vista y me tapé por puro reflejo, sonrojada. Se me transparentaba todo, y cuando digo todo, es TODO. Él me miró confuso, sonrojado, y apartaba la miraba todo lo que podía. Entonces se quitó la camisa y me la tendió- T-toma…- murmuró avergonzado. La cogí con un “Gracias” y me la puse temblando…. ¿acaso me sentía así cuando Castiel me desnudaba con la mirada? ¿O cuándo hacíamos algo? Era la primera vez que sentía vergüenza al estar casi desnuda ante un chico. Bebí un poco del café, y entonces me di cuenta del incómodo silencio que reinaba en la sala.

-N-Nath… ¿qué tal fue la fiesta?- pregunté para cambiar de tema. Él sonrió de manera imperceptible.

-Estuvo bastante bien… una persona me dio un buen consejo- murmuró, con ojos soñadores.

-¿Ah sí? ¿Qué consejo?- pregunté, con una sonrisa picarona.

-Me dijo que me atreviese a declararme a la persona que me gusta- declaró. Alargué una mano hacia la suya y la acaricié.

-Seguro que lo consigues- animé. Nath se levantó y se volvió hacia la máquina de café.

-B-bueno…hace mucho que la conozco, y siempre me ha interesado…es original, divertida, muy extrovertida y…m-muy hermosa- confesó- La verdad es que esa chica er…- se había girado hacia mí, pero yo me había levantado y le rodeé la cintura con mis brazos.

-Lo sé…- murmuré, besándole. Al principio no reaccionó, pero poco a poco se fue adaptando al beso. Deslicé las manos por su torso escultural y suspiré- Lo se Nath…- murmuré, apoyándome en su pecho. Desanudé el nudo de su corbata y le desabroché un par de botones. Sentía mi cuerpo demasiado acalorado, y no sabía qué demonios me pasaba…

-Max…- murmuró Nathaniel, reprimiendo un gemido mientras le desabrochaba el último botón de la camisa y pasaba una uña por su cuerpo. Sonreí y le volví a besar…

[Escena sin censura]

Me deshice de su camisa y me quité la camiseta mientras le besaba. Nuestros cuerpos desnudos se rozaban y me provocaba más que nada. Me apreté contra él y sentí su erección contra mi estómago. El chico era tan alto como Castiel….me quité al pelirrojo de la cabeza y me centré en el rubio. Era quién ahora me interesaba, era quién hacía latir mi corazón…

-M-Max….yo…- murmuró, sonrojado, desviando la mirada. Yo comprendí. El chico no había tenido ninguna relación así. Le besé con suavidad.

-Tranquilo…no iremos rápido…- murmuré, sonriéndole con dulzura. Él asintió débilmente y se inclinó para besarme. Tímidamente alzó las manos hasta mis pechos y los acarició. Pasé a besarle el cuello y deslicé mi mano hacia su entrepierna y acaricié su erección con cuidado. Reprimió un gemido y apretó con más fuerza como reacción. Yo reí ligeramente y le besé en la comisura de los labios.

-¡L-lo siento!- exclamó el, apartándose de mí. Yo negué con la cabeza.

-No, no pasa nada- aclaré, sonriendo- Puedes ir más allá si quieres- murmuré, mirándole a esos hermosos ojos dorados suyos. Él trago saliva al asentir, y deslizó su mano por mi estómago, hasta llegar al pantalón. Allí, con algo de torpeza, desabrochó los botones y bajó la cremallera. Descendió un poco más hasta llegar a la zona más sensible de mi cuerpo. Mi espalda se arqueó con el roce, y él me miró alarmado, por lo que le insté a seguir y le besé. Me acarició durante lo que me pareció una eternidad e introdujo un dedo con cuidado. Me apreté más contra él, deseando que lo hiciésemos ya, pero recordándome que debía adaptarse.

-Hagámoslo…- su voz, ronca de placer, me sacó de mis pensamientos. Su mirada se veía nublada, y respiraba lenta y profundamente. Yo asentí, y tiré de él hacia una de las alfombras que adornaban la sala. Rebusqué en mi cartera un preservativo hasta que di con el paquetito y se lo tendí. Entonces se sonrojó- Y-yo…n-no sé ponérmelo…- murmuró, sonrojado. Le dediqué una sonrisa llena de ternura y se lo coloqué yo, con sumo cuidado, provocando que echase la cabeza hacia atrás con el contacto de mi mano sobre su miembro. Me tumbé en la alfombra y tiré de él.

-Hazlo Nath…- murmuré, mirándole a los ojos. La primera embestida fue inesperada, dulce, y llena de amor. Lo sentí, al igual que lo sentí la segunda vez y la tercera. Me abracé con fuerza y sentí como las lágrimas se resbalaban por mis mejillas. Era la primera vez que lloraba...y era la primera vez que me sentía así de completa. El olor a limpio del delegado se mezclaba con su sudor, aumentando la temperatura de mi cuerpo más de lo que ya estaba. Y entonces, cuando todo acabo, cuando se separo de mí, dejando un entrañable vacío, murmuró las siguientes palabras…

-Te quiero…-


[Fin de la parte sin censura]


Estábamos tumbados en el suelo tapados solo por la chaqueta del rubio. Yo estaba acurrucada a su lado, con una sonrisa de felicidad. El respiraba lentamente, y me acariciaba el pelo con ternura. El silencio que nos envolvía no era para nada de tensión, sino más bien de calma. Entrelacé mis dedos con los suyos y le sonreí……y justo en ese momento la puerta de la sala de delegados se abrió de golpe….

miércoles, 21 de agosto de 2013

Cinderella [2ª Parte]


En toda relación hay siempre vacíos dolorosos, y es ahí donde los deseos imposibles entran en juego.
-Robert Smith

La única manera que tenía de aislarme de aquél ruinoso castigo era escuchando música a todo volumen con los cascos puestos.

La voz grave de Drake, uno de los cantantes del grupo “Black Jocker" llenaba mis sentidos mientras mi vista se dirigía al profesor, que no me atendía lo más mínimo. A continuación miré los libros sobre mi mesa. Con un chasquido de lengua, aparté los libros y subí los pies sobre el pupitre. La universidad de “Amoris Ville" era como un instituto. Los castigos, las jerarquías sociales…todo era exactamente igual. En la hora de comer, las pijas se sentaban con las de su calaña (mis hermanastras entre ellas), los deportistas se dedicaban a molestar a los nerds, que los ignoraban como buenamente podían, y nosotros…bueno, nosotros éramos nosotros, y nos importaban bastante poco las jerarquías sociales del lugar.

Al acabar de comer me había dirigido a la clase de Biología (estudio Psicología, pero es una de las asignaturas cruciales del primer año)…

-Sav, ¿esa no es tu hermanastra?- murmuró una voz a mis espaldas. Observé de reojo a la rubia de bote que acababa de hablar, Amber, la hermana de Nathaniel.

-Sí, soy yo. Y la verdad, me extraña verte aquí princesita, pensaba que estarías en alguna esquina vendiendo tu cuerpo a cualquier gordo seboso que se comprometiera a pagarte- solté, girándome de sopetón. Sentí algo de satisfacción al escuchar su gemido ahogado. Castiel se llevaba a matar con Nathaniel, y yo con su hermana pequeña (lo que se dice pequeña…solo se llevaban diez minutos de diferencia). Savannah alzó una de sus finas cejas azuladas.

-Lo sorprendente es que no estés por ahí emborrachándote ¿cuánto llevas ya? ¿Dos horas?- apreté el puño con fuera y me obligué a contar hasta diez para calmarme.

-¿Qué ocurre Savannah? ¿Estás tan celosa de qué yo pase tanto tiempo con Castiel que recurres a una absurda pulla para herirme? ¿O es que tú y tu amiga la rubia habéis vomitado todo el alcohol en vuestra sesión diaria y os molesta que yo no lo haga?- comprobé con regocijo como tanto Amber como ella se ponían rojas de furia. Mi hermana se acercó peligrosamente a mí, haciendo que me apoyase en la taquilla.

-No eres más que una niñata estúpida e insípida que se refugia en respuestas sin sentido para que no vean que estas herida. No nos sorprendes con tus pullas Max- espetó, colocando un dedo en mi esternón, para clavarme la uña. Yo la agarré del cuello de la camisa y las tornas cambiaron. Ahora era ella la que estaba apoyada contra las taquillas.

-Y tú no eres más que una estúpida niña de mama que se refugia en los brazos de esa mala pécora para no enfrentarse al mundo que la rodea. No eres más que una egoísta Savannah, y así nunca obtendrás lo que te propongas- escupí, temblando de rabia. No vi como temblaba de rabia, ni como levantaba su mano. Pero si la vi acercarse peligrosamente a mi rostro y luego un dolor que me quemaba en la mejilla. Me tambaleé hacia atrás y me llevé la mano a la zona dolorida. Al apartarla pude vislumbrar un par de gotas de sangre…me había arrancado piel con sus uñas.

-¿De verdad crees qué con esa actitud de niña rebelde y arisca sorprendes a alguien? Mírate por favor, si das risa Max. Eres una perdedora- aquello fue la gota que colmó el vaso. Me abalance sobre Savannah y ambas caímos al suelo, rodando. La tiraba del pelo, nos arañábamos…hasta que uno de nuestros profesores salió y  nos separó a ambas. Nos estuvo echando la bronca durante una media hora antes de decirnos que estábamos castigadas…

Y por ello estoy aquí, escuchando música, con Castiel a mi lado, y Savannah delante mirándome con odio. Me quité uno de los cascos y me giré a Castiel:

-¿Otra vez te has peleado co Nathaniel?- pregunté. Este asintió desganado.

-Quería que firmara un justificante de ausencia…hay que ver menudos aires se gasta el chaval- espetó, frunciendo el ceño. Yo le dedique la mejor de mis sonrisas, bajé los pies de la mesa y me tumbé sobre ella- ¿Y tú qué diablos haces aquí?- preguntó él a su vez. Miré a Savannah y bufé.

-Lo de siempre- contesté.

-¿Tu madrastra no te va a castigar?- preguntó.

-Como si me importara- farfullé.

-Los de ahí atrás, a hacer la terea- espetó el profesor. Puse los ojos en blanco y cogí el libro para comenzar con el castigo…


-¿Te vienes a mi casa? Tengo una botella muy buena de…-

-Por hoy paso, no quiero acabar como ayer- le dije, haciendo un gesto con la mano para rechazar la invitación. Me despedí de él, cogí mi bicicleta, y pedaleé hasta casa…


-¡¡MAMA, MIRA ESTO!!- exclamó Katherine. Había pasado ya una semana desde mi castigo en la universidad, y como no, Savannah se lo había contado a Vivian, que me había impuesto otro castigo. Me asomé por la puerta para ver a la rubita correr en dirección al salón, donde su madre y su hermana charlaban animadamente y veían la televisión.

-¿Qué ocurre cielo?- inquirió Vivian. Yo también entre en el salón, pero me quedé apoyada en el marco de la puerta.

-El señor Woodman va a organizar una fiesta por el cumpleaños de sus hijos, y según sabemos por Amber solo ha invitado a la parte más selecta de la sociedad- explicó Savannah. Katherine daba saltitos de emoción, y la carta se deslizó hasta mis pies. Me agaché a recogerla y alcé una ceja:

Estimada familia Rosswell, ha sido cordialmente invitada a la celebración del cumpleaños de Amber y Nathaniel Woodman. La temática es la Venecia de siglo XIII, así pues les urgimos acudir con máscaras y trajes de época. La fiesta se llevará a cabo en la mansión Woodman, el día 16 de febrero desde las nueve de la noche hasta la hora que mejor les convenga

Y escrito con letra limpia, rígida y fluida, el siguiente mensaje:

Mientras los niños disfrutan con las fruslerías adquiridas los adultos tendremos nuestra propia celebración privada

-¿Venecia del siglo XIII? ¿Qué tontería es esa?- inquirí. Katherine me miró con odio y me arrebató la carta de las manos.

-Será para ti, yo lo encuentro maravilloso- escupió. Yo me encogí de hombros y me di la vuelta.

-A saber donde encuentro yo ahora algo así- comenté.

-Tú no irás Max- dijo Vivian. Me quedé parada la miré.

-¿Y eso por qué?- espeté, cruzándome de brazos.

-En la carta pone “Familia Rosswell" y…tú no eres una Rosswell cariño- explicó, con una sonrisa de suficiencia, como si yo fuera idiota. Sentí como la rabia crecía en mi interior, pero me obligué a devolverle la sonrisa.

-Es verdad, se me había olvidado que yo soy la única que conserva el apellido de mi padre- y tras esas palabras me volví a mi habitación.


-¡Son unas arpías, las tres!- exclamé, sentándome en el sofá del garaje de Castiel, donde no mucho tiempo atrás habíamos estado los dos. Tenía las baquetas de la batería en la mano y miraba enfurruñada al botellín de cerveza que me había dado Castiel.

-No entiendo por qué quieres ir a la fiesta del principito. Yo estoy obligado a ir porque mi padre es piloto y gana mucha pasta. Solo invita a los que ganen mucho dinero. Los padres de Lys, por ejemplo, son los dueños del banco, y por eso el también tiene que ir- refunfuñó el pelirrojo.

-No es cuestión de ir o no ir. El problema es que se han atrevido a decirme eso- espeté, cruzando los brazos.

-No veo motivos para que te enfades Max- ese era Lysandre, siempre resuelto y calmado.

-No lo entiendes…vosotros no tenéis que convivir con tres brujas que os odian y desean echaros de vuestra casa, pero no lo hacen solo porque vuestro padre, antes de fallecer, puso la propiedad a vuestro nombre- murmuré, sin mirar a ninguno de los dos. Mi padre había hecho eso con la certeza de que intentarían algo así, por lo que legalmente la casa era mía, pero no podía echarlas a ellas por nosequé ley del matrimonio. Castiel me rodeó el hombro con un brazo y nos mantuvimos así durante un buen rato….


-Y nada de hacer tonterías mientras estemos fuera ¿entendido? Volveremos sobre las doce- dijo Vivian, mientras sus hijas se subían al coche. Yo alcé una ceja, me alisé la camiseta de “Metallica" extra grande que usaba para estar por casa y asentí. Cuando vi el coche alejarse, solté un suspiro y cerré la puerta de un golpe. Lo único positivo era que tenía la casa para mí, pero…con Castiel y Lysandre en la fiesta, era muy aburrido.

Me dirigí a la cocina, preparé unas palomitas con mantequilla, uno de mis deliciosos bocadillos de tortilla, pavo y aguacate, y un buen vaso de refresco y me senté en el sofá a ver “Los Vengadores"…Robert Downey Jr. estaba tan bueno…No llevaba ni treinta minutos de película cuando el estruendoso timbre hizo que dejase el bocadillo a medio comer y parase la película.

Cuando abrí la puerta me encontré con una mujer muy peculiar. Tenía el pelo de un vivo rosa fosforito, y los ojos del mismo color. Llevaba el cabello recogido en una gruesa coleta que le caía hasta las caderas. Alce una ceja:

-¿Qué desea?- pregunté. Ella me dedicó una sonrisa y me señaló un coche que soltaba humo del motor.

-Se me ha estropeado y no me funciona el móvil ¿me dejarías pasar para llamar a una grúa?- preguntó. Yo asentí y me hice a un lado para dejarla pasar. Cogió el inalámbrico, marcó un número y habló un rato con un hombre. Le dio la dirección y sonrió satisfecha- Estarán aquí en media hora- afirmó. Miré mi reloj. Estas tres se habían marchado a las ocho y veinte, y yo había empezado a ver la película a las nueve menos cinco. Aproximadamente eran las nueve y veinticinco, por lo que la grúa llegaría aquí a las diez menos cinco.

-¿Le apetece algo mientras espera?- pregunté.

-Por favor, llámame Agatha, y trátame de tú- dijo con una gran sonrisa, que le devolví. La mujer era realmente simpática. Pasamos a la cocina (recogí por supuesto el salón) y le preparé café- ¿Y cómo es qué no estás en la fiesta?- preguntó. Yo la miré extrañada.

-¿Cómo…?-

-Soy la dueña de una tienda de disfraces- aclaró- Hace cosa de dos meses recibí el encargo de traer trajes de la época victoriana de Venecia, y como toda buena comerciante, indagué para qué. Acabé descubriendo que para un cumpleaños, y las únicas personas que han venido a buscar trajes son gente de este barrio- explicó. La miré sorprendida, dirigí la vista al café y suspiré.

-No me han dejado ir…se supone que la invitación era para todos los miembros de la familia, pero esa mujer no es mi madre…- murmuré, señalando una foto en la que aparecíamos todos, incluido mi padre.

-Eso no es justo…- murmuró- ¡Ya sé, espera aquí!- y dicho esto salió corriendo. Volvió al cabo de cinco minutos con una bolsa y una percha con una prenda de ropa- Aquí esta, póntelo y ve a la fiesta- declaró. Yo la miré confusa, abrí la bolsa que cubría la prenda de la percha y miré sorprendida a Agatha…

[Narración en tercera persona]

Castiel y Lysandre observaban la pista de baile con desgana. Ambos habían sido invitados a bailar por varias chicas, pero no tuvieron muchas ganas. Sin Max, no era lo mismo. Castiel vislumbró a Savannah, la hermanastra de Max, que se acercaba veloz hacia él:

-¿Quieres bailar Castiel?- murmuró, con un ronroneo. El chico la miró con algo de desagrado.

-No tengo muchas ganas…- espetó. Pero Savannah se rió y lo arrastro a la pista de baile. Katherine se quedó junto a Lysandre, algo cohibida. El albino le gustaba, pero no encontraba la forma de decírselo. Además, siempre iba con Max, y eso la sacaba de sus casillas. Pasó diez minutos junto al chico antes de que su hermana volviese.

-¿Bailamos ahora Lysandre?- el chico reclinó la invitación con más educación que Castiel.

-¡Sav, Kath! ¡Venid ahora mismo!- Amber llegó en ese momento, roja de furia. Las hermanas se miraron entre sí.

-¿¿Qué ocurre??- preguntaron a la vez.

-Ella es lo que ocurre- espetó la rubia, señalando a una chica que avanzaba entre muchachos encandilados y jovencitas rabiosas. Llevaba un vestido de escote palabra de honor, con tirantes, de un apagado tono púrpura. Unos lazos decoraban el inicio de los tirantes, y en el corsé se le formaban una serie de arrugas que le conferían belleza a la zona superior del vestido. La zona inferior caía en una serie de volantes superpuestos entre sí, y los de abajo eran de color negro. Llevaba unos tacones del color del vestido, adornados con una rosa de tul, y cubría su rostro con una máscara blanca con motivos negros (los labios, los ojos, y una lágrima en un párpado. Unos guantes largos y negros cubrían sus brazos. Y por último, el cabello le caía en cascada sobre los hombros desde las dos coletas. Era negro, con matices azulados, y con un flequillo que cubría en parte uno de sus ojos. Se quedó parada en medio de la pista, observando atentamente a todo el mundo. Amber se acercó furiosa a ella- ¿¡Quién eres!?- pareció que la chica se había reído, pero le tendió una tarjeta- ¿Familia Riverton? ¿Eres miembro de esa familia?- la desconocida asintió, y se alejó de allí, dejando a la rubia con la palabra en la boca. Se acercó entonces a Castiel y Lysandre, que la miraban embelesados, y le ofreció la mano a Castiel.

-¿Bailas?- la máscara distorsionaba su voz, pero Castiel se estremeció y aceptó la invitación. La música volvió a sonar y ellos bailaron en el centro de la sala. La gente a su alrededor comenzó a moverse. Pasaron así unos quince minutos. A continuación, Lysandre golpeó el hombro de su amigo con delicadeza.

-¿Me permites?- el pelirrojo aceptó a regañadientes, y le tendió la mano a su amigo albino. Este observó los ojos de su compañera. Dos pozos azules como el mar. Se estremeció cuando escuchó su risa fluida y musical.

-¿Pasa algo caballero?- preguntó la desconocida.

-Me preguntaba cual sería el nombre de tan fabulosa dama- dijo él. Volvió a reír, atrayendo miradas envidiosas por parte de ambos sexos.

-Es de mala educación ser tan directo caballero- murmuró ella. Él chico sonrió, e iba a replicar cuando sintió una mano rozar su hombro. Se giró y vio a Nathaniel, que observaba embelesado a la chica.

-¿Me permites?- preguntó esta vez el rubio. Asintió, liberando a la muchachita de su abrazo, y se acercó a su compañero.

-¿Quién crees qué será? Nunca la habíamos visto antes- murmuró Castiel. Lysandre suspiró.

-No lo sé, la verdad…-


-Y… ¿puedo saber cómo te llamas?- inquirió Nathaniel a la chica. Esta se limitó a girar la cabeza hacia él, y mirarle a través de la máscara. Los ojos dorados del chico destilaban curiosidad bajo la luna llena. La chica rio con diversión.

-¿Todos los hombres sois tan curiosos?- inquirió. Nathaniel se sonrojó y miró a otro lado.

-No creas…es solo que…bueno, me resulta curioso que nunca te haya visto- aclaró.

-Estudio en casa- respondió ella- Mi tía, con quién me quedo, me obligo a venir- explicó. Nathaniel la observó. Las líneas de s cuerpo eran fantásticas. Su piel parecía cristal bajo la luz de la luna. Suspiró, recordando cierta chica que también hacia que su corazón latiese con fuerza- ¿Pasa algo?- preguntó.

-No nada en especial- respondió él, quitándole importancia al asunto. Había estado bailando con aquella maravillosa chica más que ninguno, pero a pesar de que llevaban hablando desde hace una hora (eran aproximadamente las once y diez) no conocía nada más que su apellido y que estudiaba en casa. La chica observaba el reloj que se alzaba en el edificio que era la casa del rubio, y suspiró- ¿Ocurre algo?- preguntó él. La muchacha negó con la cabeza y se giró al rubio.

-¿Tienes novia?- preguntó. Él se sonrojó, pero negó débilmente con la cabeza.

-H-hay una chica…pero no creo que sienta nada por mí- declaró el al final. La chica le miró con interés- Va a mi universidad…pero su carácter…me gusta, es distinto al resto de personas- continuó. La extraña le miraba a través de la máscara con confusión. Nathaniel se giró hacia ella y le sonrió- Pero me he decidido por intentar llamar su atención- declaró. La muchacha sonrió a través de su máscara.

-Seguro que lo conseguirás. Eres un chico encantador- y estaba en lo cierto. En un punto de la noche, Amber y sus amigas se habían acercado a la desconocida para acosarla a preguntas molestas y privadas, pero Nathaniel se la había llevado de allí hasta la mesa de comida, donde le ofreció algo, cosa que ella rechazó. A partir de eso momento no se había separado en toda la noche. Bailaban juntos, hablaban apartados del resto de la gente…Nathaniel se sentía realmente a gusto con esa chica, pero a pesar de todo, no podía quitarse a la otra de la cabeza. Su desparpajo a la hora de contestar a un profesor, su elegante y extraña forma de andar, sus ojos como el atardecer…Miró a la chica. Era realmente bonita, por lo menos sus ojos la describían así- ¿Y cómo se llama?- preguntó.

-¿Eh?-

-La chica esa que te gusta- aclaró ella. Nathaniel miró a ambos lados, se agachó a su oído y susurró el nombre.

-Max…- declaró, rojo como un tomate. La chica le miró desconcertada, para luego dar paso a una sonrisa oculta tras la máscara.

-Cierra los ojos- le pidió.

-¿Cómo?- preguntó el sorprendido.

-Cierra los ojos anda, y no los abras hasta que yo te diga- insistió ella. Nathaniel cerró los ojos. Sintió como la chica dejaba algo sobre la barandilla del cenador, y como lo empujaba hacia la misma. La chica tiró de su pañuelo- La próxima vez que veas a esa chica, y cuando le hayas declarado lo que sientes, haz esto…- y le besó. Nathaniel fue a abrir los ojos, pero recordó lo que ella le había pedido, así que se dejó llevar. La chica le acariciaba la nuca, y sus labios se movían sobre los del rubio con dulzura. Nathaniel sintió como la lengua de la chica buscaba la suya y le correspondió. Pudieron pasar unos diez minutos así, y lamentó que se separase de él- Ya puedes abrirlos- se había vuelto a poner la máscara. El rubio estaba sin aliento, notando una ligera presión en los pantalones por lo que acababa de ocurrir. Estaba demasiado sonrojado, cosa que arrancó una risa musical a la chica- Anda, vamos- dijo, tirando de su brazo hacia el edificio….

Pero un atronador sonido los detuvo. Ambos se giraron hacia el reloj, y ella comprobó horrorizada que eran las doce menos cuarto. Se soltó de la mano de Nathaniel y echó a correr por los jardines hacia el edifico.

-¡¡ESPERA!!- era Nathaniel, pero ella le ignoraba. Paso corriendo junto a Castiel y Lysandre, junto a Amber, Savannah y Katherine, y salió de la casa como alma que lleva el diablo….

Al llegar a las escaleras principales, el rubio miró compungido al horizonte, donde una estela de polvo se levantaba, indicando que la chica se había ido. Vislumbró un zapato en la escalera, un pequeño tacón que la muchacha había dejado olvidado en su frenética carrera. Nathaniel apretó el zapato con fuerza, y con la cabeza gacha volvió a entrar al edificio…